Navegar
consiste en desplazarse en un medio acuático; en este caso, como lo aplicamos a
la vela, la fuerza impulsora será el viento. El medio acuático puede ser el
mar, los embalses, tramos de ríos navegables o canales como el famoso canal de
Midi francés.
Los
orígenes de la navegación a vela son muy confusos. En los grabados egipcios se
han encontrado formas de barco impulsadas por una vela y remos, que según
parece, navegaban por el Nilo y el mar Rojo transportando cereales y ganado.
Los
íberos, celtas y griegos siguieron sus pasos, o mejor dicho, siguieron su
estela, en lo que a navegación por los mares se refiere; los fenicios fueron un
pueblo comerciante por excelencia que utilizó embarcaciones para poder
desplazarse de un lado a otro, mientras que los romanos ya las empleaban como
armas de guerra. También hay que pensar en los vikingos que, según cuentan,
llegaron a América antes que los españoles, aunque lo que está probado es que
realizaron incursiones hasta Galicia.
Entre
los siglos XVI y XVIII los grados imperios se disputaron la hegemonía marítima.
Cristóbal Colón descubrió América y Juan Sebastián El cano fue el primero
en dar la vuelta al mundo. La corona catalana-aragonesa se lanzaba a la
conquista del Mediterráneo y la república veneciana hacía ondear su bandera
en la parte oriental del Mare Nostrum, con el permiso del imperio otomano. Españoles
y portugueses primero, e ingleses y franceses más tarde, armaron escuadras para
enzarzarse en grandes batallas navales.
La
navegación a vela como deporte y actividad de ocio se inició en el siglo XVII
en los países Bajos; en aquella época, los holandeses habían llegado a tener
un gran poder naval y su territorio estaba lleno de canales y estuarios. De
todas maneras, no fue hasta mitad del siglo XX cuando la navegación a vela se
convirtió en un deporte popular. Actualmente ha alcanzado un gran desarrollo en
cuanto al tipo de embarcaciones y características técnicas, con numerosos
puertos deportivos que ofrecen amarres y servicios de mantenimiento.
España
posee una gran extensión de costa, además de las islas Baleares y Canarias,
que invitan a la navegación. En este aspecto cabe destacar la gran cantidad de
puertos deportivos que hay en el litoral mediterráneo, mar mucho más tranquilo
que el Cantábrico o el Atlántico, aunque en ese último podemos contar con las
profundas rías de la osta gallega.
Estacionalidad.
Se puede navegar
durante todo el año pero es en verano cuando apetece más
y cuando tenemos menos probabilidad de sufrir tormentas.
Al
incidir sobre una superficie cóncava (vela), la fuerza del viento hace avanzar
el barco según técnicas diferentes. Cuando el viento sopla de popa, su propia
fuera desplaza la embarcación hacia delante; a medida que el viento va
cambiando de ángulo respecto a la proa del barco, el componente de las fueras
que permite su avance varía de tal manera, que aumenta el vector que
corresponde al desplazamiento lateral y disminuye el avance, hasta llegar a un
ángulo mínimo de incidencia entre el viento y el eje del barco, el cual se sitúa
alrededor de los 35º. A partir de este punto es difícil que la embarcación
navegue hacia delante y hay que avanzar haciendo bordos (avance en zigzag) .
El
viento trabaja sobre la cara interior de la vela mediante lo que se llama fuerza
de presión, mientras que la de succión -que es la principal- actúa en la cara
interior ejerciendo una acción según el principio definido en el Teorema de
Bernoulli. A estas fuerzas siempre se opone el rozamiento con el agua.
A
medida que cambia la dirección del viento, debemos orientar la vela de tal
manera que la incidencia de éste permita el avance de la embarcación (cazar la
vela); cuando el viento incide de forma paralela a la superficie velera, ésta
flameará (efecto de las banderas) y el punto óptimo se encuentra no en exponer
la mayor superficie de la tela al viento, sino en buscar la posición en la cual
deje de flamear.
La
fuerza de desplazamiento lateral nos arrastraría la embarcación; este efecto
se compensa mediante la orza, con lo cual la embarcación se escora (inclina
lateralmente). No hay que confundir el desplazamiento lateral con la deriva;
esta última se produce por el efecto de la corriente que tiende a desplazar el
casco.
El
barco es más estable cuanto más bajo tenga su centro de gravedad respecto al
centro de flotabilidad, aunque hay otros condicionantes como la propia forma de
la embarcación. En este sentido, cabe resaltar, aunque parezca lo contrario,
que un catamarán en condiciones de escora pronunciada es menos estable que un
monocasco.
Según el ángulo de incidencia del viento sobre la vela, podemos decir que
navegamos de ceñida, a descuartelar, través, aleta y popa. Según el tipo de
embarcación que utilicemos podemos clasificar la navegación a vela como:
flysurf, vela ligera, windsurf y cruceros o embarcaciones pesadas que pueden ser
monocasco, catamarán y trimerán.
Cada
tipo de embarcación necesita de un determinado título, desde el de embarcación
de primera al patrón o capitán de yate. El título no sólo condiciona la
clase de embarcación (desplazamiento y eslora) sino también la distancia que
podemos alejarnos de la costa. Con el patrón y el capitán de yate se estudian
rumbos, meteorología, comunicaciones, etc. , materias imprescindibles para
salir a navegar a mar abierto.
El
casco de la embarcación puede ser de madera, de fibra de vidrio (que es la
empleada mayoritariamente), de fibra de carbono y kleber impregnado con resinas
Epoxy o Virilester, aluminio o acero, e incluso de ferro-cemento. Las velas
mayoritariamente son de dacron, aunque de cara a la competición se usan otros
materiales como el kleber y el myler. Otros elementos son:
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Arboladura:
mástiles, botavara, tangón.
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Jarcia firme:
conjunto de cables que sujetan la arboladura o mástil
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Jarcia de labor:
conjunto de cabos y cables que se utilizan para manejar la vela.
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Equipo de navegación:
compás, emisora, GPS, radar, sonda y corredera.
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Acastillaje:
winches, poleas, grilletes, mosquetones, etc.
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Equipo de seguridad:
chalecos salvavidas, bengalas, balsa hinchable, botiquín, etc.
Las
actividades acuáticas dentro del ámbito escolar resultan muy motivantes para
los niños. Si disponemos de un embalse o zona marítima cercana a la que
podemos llevar a los chavales para pasar una jornada de lo más agradable. No
cabe duda de que la risa está garantizada.
Dentro
del agua y subidos en la embarcación, los chavales aprenderán a manejar la
vela y a saber buscar el viento, de manera que puedan desplazarse por el agua o
navegar.
Es
importante que todos los niños que practiquen esta actividad sepan nadar.
Aunque a todos se les proporciona un chaleco salvavidas, saber desenvolverse en
el agua no evita todo tipo de problemas.